Le ha costado trabajo pero por fin lo ha conseguido.
Cristiano Ronaldo ha entendido después de cuatro temporadas lo que es el
verdadero madridismo. El portugués jamás ha pecado de falta de profesionalidad,
nunca, y es por eso, entre otras cosas, que es uno de los mejores jugadores del
mundo. Nunca, decía, ha pecado de falta de profesionalidad pero sí es cierto
que en muchas ocasiones Cristiano ha ido de Todopoderoso por la vida.
Tanto desde dentro del club como desde fuera se le ha visto
como a un niño malcriado, prepotente, chulo; y su intención de no esconder esa
personalidad, todos tenemos en la cabeza aquel momento en el que afirmó ser
envidiado por ser “rico, guapo y gran jugador”, no ayudó para nada a su imagen
pública ni tampoco a la del Real Madrid. Hay cosas que no se pueden decir por
muy verdaderas que sean. Estoy convencido de que habrá muchas personas,
incluyendo a compañeros de profesión, que envidien al luso, pero si el deporte
se debe caracterizar por algo debe ser por la humildad, el respeto al prójimo y
la enseñanza de valores a los jóvenes que vienen desde abajo. Eso es deporte y
los grandes ases deben dar buen ejemplo porque ellos son el espejo en el que se
miran las generaciones venideras.
El caso es que Cristiano ha cambiado eso. A pesar de que comenzara la temporada
"triste" tal y como él mismo se calificó, el portugués ya no es ese
futbolista egocéntrico que siempre intentaba finalizar las jugadas, que hacía
aspavientos cuando un compañero se equivocaba o no le daba el balón, o el que
no celebraba un gol de un compañero si él había fallado previamente una ocasión
clara.
El nuevo Cristiano Ronaldo se ha olvidado de los récords y
de Messi; es mucho más asociativo, lo que le convierte en mejor jugador;
aplaude cuando un compañero falla; se sacrifica defensivamente; no tira todas
las faltas; da asistencias de gol si un compañero está mejor colocado que él;
no polemiza cuando habla con los medios de comunicación; y se le ve más
integrado que nunca en el Real Madrid. El Bernabéu ahora le aplaude porque
reconoce en el nuevo Cristiano Ronaldo los auténticos valores del madridismo. Y
esa situación crea una simbiosis entre afición y jugador que se agradece y que
engrandece al fútbol, y el miércoles esa simbiosis llegó a su máximo esplendor
cuando Cristiano hizo su gol contra el Málaga y lo celebró señalando al césped
en una declaración de amor al club.
El fútbol da muchas vueltas y lo que hoy puede ser amor
mañana puede convertirse en odio, pero hoy por hoy Cristiano da una sensación radiante.
Se siente cómodo y aceptado y ahora se le aplaude no por el compromiso de ser
jugador del Real Madrid sino por haberse convertido en el jugador que todo
madridista quiere.
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